domingo, 24 de junio de 2012

Louis Pauwels – Jacques Bergier: El retorno de los brujos (**)


(1973-1977)

Mi primer profesor fue don Eusebio. Lo tuve desde que entré en la escuela a los cuatro años hasta los siete, edad en la que murió mi padre y pasé cuatro meses en un instituto, cuatro más en la Academia Goya, año y medio en el Padre Mañanet, cuatro cursos en el Hans Christian Andersen de Lima y, por fin, cuatro años más en la Institución Cultural Lumen, donde estudié hasta C.O.U.

De todos los profesores que conocí a lo largo de estos años, sólo uno merece que lo mencione, y no porque no esté agradecido de lo que me enseñaron los demás, pero la mayoría sólo cumplieron con su obligación, y en cambio Joan Cordonet i Andrés no solo me enseñó matemáticas, física y química desde cuarto de bachillerato hasta C.O.U., sino que me las enseñó muy bien, tanto que me permitió ganarme la vida durante unos años dando clases (él me ofreció la primera).

Además de esas asignaturas me enseñó a tener ganas de aprender, de cursar una carrera y, como nos hicimos amigos, me aconsejó libros y me formó en muchos aspectos, en una edad que es trascendental para el futuro.

Han pasado más de treinta y cinco años desde que dejé de ser su alumno y aunque el río de la vida nos separó nunca he dejado de estarle agradecido.

De mis tres cursos de Física sólo tengo un recuerdo especial a dos profesores: Navarro Veguillas (me dio dos cursos de matemáticas) y un ingeniero también apellidado Navarro (Mecánica de segundo).

De mis dos años de Economía alardeo de no haber olvidado a ningún profesor: la estudié a distancia, por lo que no hay queja de nadie que no sea yo mismo.

Y el libro, ¿a qué viene? El libro es uno de los que me aconsejó leer Joan Cordonet. No recuerdo bien cuando lo leí, pero sí que me causaron una honda impresión las historias que se cuentan en él, pues al final de mi adolescencia no sabía distinguir si eran ciertas o inventadas, pero aún recuerdo su introducción y un par de ellas de carácter fantástico. Si llega la ocasión lo leeré de nuevo, veré si me gusta y si, a mi edad, sé distinguir lo real de lo imaginado.

He dejado para el final de este recordatorio a mis profesores, a los dos que me enseñaron la que debía ser mi carrera: la música. Hicieron todo lo que pudieron, pero como en las otras dos, sólo la empecé. A mi padre la vida no le dejó y a mi madre no le dejé yo.


“Tengo una gran torpeza manual y lo deploro.”     (Prefacio)


eBook: lo encontré en formato .pdf