(1973-1977)
Mi primer
profesor fue don Eusebio. Lo tuve desde que entré en la escuela a los cuatro
años hasta los siete, edad en la que murió mi padre y pasé cuatro meses en un
instituto, cuatro más en la Academia Goya, año y medio en el Padre Mañanet,
cuatro cursos en el Hans Christian Andersen de Lima y, por fin, cuatro años más
en la Institución Cultural Lumen, donde estudié hasta C.O.U.
De todos los
profesores que conocí a lo largo de estos años, sólo uno merece que lo
mencione, y no porque no esté agradecido de lo que me enseñaron los demás, pero
la mayoría sólo cumplieron con su obligación, y en cambio Joan Cordonet i
Andrés no solo me enseñó matemáticas, física y química desde cuarto de
bachillerato hasta C.O.U., sino que me las enseñó muy bien, tanto que me
permitió ganarme la vida durante unos años dando clases (él me ofreció la
primera).
Además de
esas asignaturas me enseñó a tener ganas de aprender, de cursar una carrera y,
como nos hicimos amigos, me aconsejó libros y me formó en muchos aspectos, en
una edad que es trascendental para el futuro.
Han pasado
más de treinta y cinco años desde que dejé de ser su alumno y aunque el río de
la vida nos separó nunca he dejado de estarle agradecido.
De mis tres
cursos de Física sólo tengo un recuerdo especial a dos profesores: Navarro
Veguillas (me dio dos cursos de matemáticas) y un ingeniero también apellidado
Navarro (Mecánica de segundo).
De mis dos
años de Economía alardeo de no haber olvidado a ningún profesor: la estudié a
distancia, por lo que no hay queja de nadie que no sea yo mismo.
Y el libro, ¿a
qué viene? El libro es uno de los que me aconsejó leer Joan Cordonet. No
recuerdo bien cuando lo leí, pero sí que me causaron una honda impresión las
historias que se cuentan en él, pues al final de mi adolescencia no sabía
distinguir si eran ciertas o inventadas, pero aún recuerdo su introducción y un
par de ellas de carácter fantástico. Si llega la ocasión lo leeré de nuevo,
veré si me gusta y si, a mi edad, sé distinguir lo real de lo imaginado.
He dejado
para el final de este recordatorio a mis profesores, a los dos que me enseñaron
la que debía ser mi carrera: la música. Hicieron todo lo que pudieron, pero
como en las otras dos, sólo la empecé. A mi padre la vida no le dejó y a mi
madre no le dejé yo.
“Tengo una
gran torpeza manual y lo deploro.” (Prefacio)
eBook: lo
encontré en formato .pdf
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