domingo, 16 de septiembre de 2012

Comics (I) (**/***)


(1967-1971)

A los siete años fui a vivir con mis abuelos y en los dos veranos que estuve con ellos acompañaba casi a diario, pues así era entonces, a mi abuela a comprar al mercado. Esto representaba un verdadero suplicio para mí, ya que aparte de los olores, el calor, la gente, las colas, las conversaciones de las señoras, que ni entendía ni me interesaban, me sentía desfallecer y miraba con ansiedad la inclinada repisa o rejilla, donde las clientas de la parada dejaban el bolso de la compra, para sentarme y no caerme redondo. Nunca lo hice, pues como ya se veía que no tenía mucha resistencia pensaba que si me sentaba acabaría por romperla y aun “cobraría”.

Todavía hoy, que ya he visitado muchos mercados por el mero placer de pasear por ellos y que las condiciones de los mismos son totalmente diferentes a las de hace cuarenta años, es un lugar en el que no me apetece tener que ir a comprar. He comenzado así mi explicación, porque cuando tenía diez años y estaba en Lima me tocaba acompañar a mi madre a la compra en el mercado y tenía las mismas sensaciones.

Y todo esto viene a colación porque poco después, cuando nació mi cuarta hermana, mi madre me enviaba a comprar al mercado unos cuantos lenguados en una parada concreta que me había enseñado, pues nos gustaba mucho el cebiche. La carne del lenguado en Perú casi es de dos dedos de grueso, por lo que este manjar es mucho más sabroso que con los lenguados de aquí. No indico la receta aunque la recuerdo, pues seguro que en internet se encuentra una mucho más elaborada que la mía.

Y lo curioso del caso, es que en esas ocasiones nunca me encontré a disgusto haciendo cola, esperando ni oyendo, y el motivo estaba a la entrada de ese mercado: había un carro de madera bastante grande lleno de comics, es decir, de tebeos (norte) americanos los cuales se podían alquilar por medio sol. Había un largo taburete de madera en el que uno se sentaba y se estaba el tiempo que duraba su lectura. Habitualmente alquilaba uno, por el tiempo y para que no se notara la sisa que le hacía a mi madre, además de alguna que otra moneda más, pero en alguna ocasión y con riesgo de recibir una bronca, alquilé dos comics. Ese tiempo que pasaba leyendo me servía como vacuna para todas las sensaciones negativas que recibiría cuando traspasara el umbral del mercado propiamente dicho.

En ese puesto de alquiler de comics leía las aventuras de Superman, Batman, Linterna Verde, Flash, Los 4 Fantásticos y Fantomas. Aunque todos los editaba la Editorial Novaro, este último, a diferencia de los demás, es de ascendencia francesa, no tenía poderes y era un ladrón de guante blanco. Los otros héroes creo que no necesitan presentación.

Un par de años más tarde, durante mi último curso en Perú, mejoré ese negocio, pues en lugar de esperar que los clientes vinieran a él, yo lo llevaba al consumidor potencial: alquilaba mis tebeos y comics durante las clases ¡y había una fuerte demanda!








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